La preocupación por una mejor alimentación se ha convertido uno de los principales temas hoy en día. Cada vez son más las personas que apuestan por los alimentos más frescos, ecológicos y menos procesados y descubren los beneficios de dietas más saludables y variadas.
Sin embargo, aunque se intente mantener una dieta lo más variada y sana posible, no todos los alimentos sientan y se procesan de la misma forma a todas las personas. Es decir, los procesos que tienen lugar en el organismo al tomar un alimento son distintos dependiendo de la persona. Estas reacciones pueden tratarse, entre otras, de las alergias e intolerancias alimentarias.
En los últimos 20 años, el número de personas que sufren algún tipo de alergia o intolerancia alimentaria asciende a 520 millones en todo el mundo, y es debido a que la sociedad tiene mucha más conciencia sobre la nutrición y sus distintos aspectos. Pero ¿todas las reacciones a alimentos son alergias?
En realidad, los términos alergia e intolerancia tienen significados diferentes. La alergia es una reacción o respuesta del sistema inmunitario a sustancias generalmente no dañinas para nuestro organismo, y sus causas pueden tener origen genético y del medio ambiente. Cuando se ingiere un “alérgeno”, entre los más comunes frutos secos, marisco, pescado, huevos …, el sistema inmunitario responde con una reacción hipersensible a alguna proteína que posee dicho alérgeno con síntomas como erupciones, inflamación, urticaria o ardor, desarrollando una gran producción de histamina.
En algunos casos, se debe tener especial cuidado con ciertas alergias ya que pueden derivar en reacciones graves como la anafilaxia, produciendo una respuesta exagerada como opresión y estrechamiento de las vías respiratorias, inflamación en la garganta, pulso acelerado y mareos. Si se tiene alguno de estos síntomas, se debe tratar urgentemente ya que puede ser altamente peligroso.
Por otro lado, las intolerancias tienen una respuesta menos grave. La intolerancia a un alimento se debe a una reacción adversa del organismo hacia ciertos alimentos que no son digeridos, metabolizados o asimilados adecuadamente. Esto puede darse por distintas razones, dependiendo del tipo de intolerancia. En el caso de la lactosa se produce por un déficit en las enzimas de lactasa, responsables de la digestión; o en el caso de la fructosa, se debe a un problema en el sistema de transporte, responsable de su absorción.
En algunos casos, ingerir un alimento al que somos intolerante puede llegar incluso a dañar nuestro organismo, como es el gluten. La ingesta de esta proteína por una persona celiaca puede producir efectos perjudiciales en la mucosa del intestino delgado, pero también llegando a producir afecciones fuera del sistema digestivo. Pero, otras ocasiones existen intolerancias alimentarias que pueden no presentar síntomas, por lo que las personas desconocen si la padecen o no. Por ejemplo, se puede ser intolerante al gluten y no ser celiaco.
Es importante tener en cuenta el componente genético, ya que puede representar incluso hasta un 75% la predisposición a desarrollar muchas de las alteraciones en el metabolismo de los nutrientes. Con el test genético de nutrición, NUTRIFIT, es posible estudiar las intolerancias más frecuentes como la lactosa, fructosa y gluten, mencionadas previamente; la histamina y a las vitaminas A, B2, B6, B9, B12, C, D y E. Además, ayudar a poner solución al recomendar dietas especiales para mejorar los déficits nutricionales.